Escuchar, Comprender, Respetar y Amar a los Niños.
El masaje infantil es una antigua tradición en muchas culturas que está siendo recuperada en Occidente. En la India, las mujeres dan masaje a los bebés y a los niños desde hace miles de años. Acarician y masajean el cuerpo del niño mientras cantan.
En nuestra tradición cultural, la madre también acaricia, naturalmente, a su bebé. Cuando el niño ya ha nacido la madre recorre su cuerpo con sus manos, lo mira y lo mira con sus ojos. Le canta, le habla, le susurra, lo mece en sus brazos. Así lo conoce. El bebé y la madre se conocen y se comunican con sus cinco sentidos.
El masaje infantil es un arte que emplea una técnica muy sencilla desarrollada a partir del masaje que las mujeres indias dan a sus niños. También se han tomado elementos de masaje sueco, reflexología podal y yoga. Proporciona a los padres un método para que aprendan a masajear todo el cuerpo del niño, desde las piernas y los pies hasta la espalda.
Vimala Schneider, una mujer norteamericana, desarrolló desde 1970 este método de masaje. Ella había vivido un tiempo trabajando en un orfanato en la India, donde vio cómo las niñas más mayores daban masaje a los niños pequeños. También vio a una mujer dando masaje a su hijo, sentada sobre el polvo a la puerta de su choza, el niño apoyado sobre sus piernas. Se dio cuenta de que, en medio de una enorme pobreza material, las mujeres indias transmiten una sabiduría amorosa a sus hijos. Observó que los niños del orfanato eran amorosos en las relaciones con los que los rodeaban y asumían con naturalidad responsabilidad, cuidándose unos a otros.
De vuelta en Estados Unidos, Vimala Schneider puso en práctica, dando masaje a su primer hijo, lo que había aprendido al ver a las mujeres indias. Observó, tomó anotaciones de su propia experiencia en el masaje infantil, estudió en los libros de medicina, psicología... Tomó también elementos de reflexología podal, de masaje sueco y de yoga.
Vimala empezó a enseñar a otros padres a dar masaje a sus niños y pronto surgieron otros educadores, otras personas que también aprendieron este arte y lo transmitieron a su vez a otros. Después se constituyó la Asociación Internacional de Instructores de Masaje Infantil, que actualmente está presente en más de 28 países, para enseñar masaje infantil a los padres, cuidadores y profesionales que trabajan con niños. En España trabaja la Asociación Española de Masaje Infantil (AEMI).
Numerosos estudios científicos avalan los beneficios psicológicos, emocionales y fisiológicos del masaje infantil. Ayuda a establecer y fortalecer el vínculo entre el bebé y la madre o el padre o la persona que cuida al bebé durante el día, mientras los padres trabajan fuera de casa. Además, favorece la interacción amorosa entre el bebé y su entorno; ayuda al niño a relajarse, así como a ir tolerando paulatinamente un mayor grado de estimulación; mejora el funcionamiento del sistema digestivo, que no está totalmente maduro al nacer; estimula y fortalece los sistemas inmunológico, respiratorio, circulatorio...
La aventura del masaje infantil brinda la oportunidad de construir la familia desde el respeto, la escucha, la atención amorosa.
El bebé, que fue engendrado en el abrazo de sus padres, desarrolla durante la gestación su cuerpo, su mente y su espíritu en el masaje continuo que recibe en el seno materno. En ese período es mecido constantemente en el líquido amniótico que le envuelve. A medida que el feto crece, las paredes del útero lo comprimen cada vez más. Durante varios meses el útero se va preparando para el parto: para ello se contrae y vuelve a dilatarse y el bebé recibe así una enorme estimulación táctil. Llega un momento en que las contracciones son tan fuertes que empujan y ayudan al niño a desear salir a este mundo, nacer y convertirse en un ser humano independiente, cortado ya el cordón umbilical. Al nacer, el niño sale a este mundo, que para él es completamente desconocido. Necesita ser acogido y guiado en su descubrimiento de la realidad que a nosotros nos es tan familiar.
El masaje infantil pone al niño y a sus padres en una situación de intimidad semejante a la que experimentó cuando estaba en el vientre materno. Todos los sentidos del adulto que acoge y masajea al niño están en juego. El bebé vuelve a conectar con el tacto, la voz, el olfato, con la mirada y los ritmos vitales de su madre o su padre.
El niño se había familiarizado durante la gestación con la voz de su madre y de su padre y las reconoce; a las cinco horas de nacer, el niño reconoce ya el olor de su madre; ningún ritmo es comparable para el bebé con el latido del corazón, la respiración, los ritmos corporales de su madre, que lo acunaron durante 40 semanas. Todos estos elementos de comunicación, los cinco sentidos con los que el niño percibe desde el nacimiento y que va también aprendiendo a manejar para expresarse cada vez más, son de vital importancia para la creación de un vínculo sano con la madre, con la existencia, con la vida que el niño está comenzando fuera ya del vientre materno.
En el momento del masaje sólo existen el bebé y su padre, su madre o la persona con quien el niño tiene un vínculo. En esos momentos se vive intensamente el aquí y el ahora. Las tareas de la crianza, que ocupan casi todo el tiempo de una madre durante los primeros meses de vida del niño, el trabajo dentro y fuera de casa, todo lo que hay que hacer, quedan por un momento en suspense. La madre o el padre disfrutan ahora de unos minutos en que lo único que han de hacer es estar ahí, con su bebé.
Estar ahí para escuchar, comprender, respetar y amar a su niño.